La participación en una mediación es voluntaria. En un primer momento, el mediador se entrevista separadamente con cada uno de los progenitores con el objetivo de determinar si el proceso de mediación es lo más conveniente para ellos y si los dos están preparados para adquirir este compromiso.

Durante el procedimiento de mediación, las partes buscan, exploran y formulan juntos propuestas que les permitan llegar a un acuerdo. Siendo los únicos en tomar decisiones y por eso mantienen el control sobre el resultado de la mediación. Pueden, en todo momento, suspender o terminar la mediación si esta no les conviene.

Cada participante está invitado a pedir la opinión de un asesor jurídico [independiente] sobre las diferentes propuestas antes de redactar el acuerdo de mediación. El acuerdo de mediación puede también llamarse un memorando de entendimiento o un resumen de la mediación. Según el país, el acuerdo que resulta de una mediación puede llamarse también: protocolo de acuerdo, contrato de entendimiento, memorándum de entendimiento, proyecto de acuerdo o proyecto de entendimiento.

Los participantes tienen la posibilidad de dar a su acuerdo de mediación un valor jurídico, mediante el reconocimiento por la autoridad judicial competente.

Las palabras intercambiadas durante la mediación son estrictamente confidenciales, con la excepción de los casos que presenten un riesgo serio para los niños o para uno de los participantes en la mediación. Esas excepciones varían de un país a otro.

La mediación toma en cuenta los intereses de todos los miembros de una familia, en lugar de decidir en favor de uno de los progenitores.

La mediación familiar internacional ofrece un marco seguro a cada participante para expresar sus inquietudes, sus sentimientos y exponer sus necesidades materiales y organizacionales. Con el fin de llegar a un acuerdo, el mediador ayuda a los participantes a traducir en palabras sus preocupaciones y a formular de la manera más constructiva posible aquello que le preocupa.

A veces, los conflictos familiares surgen en un contexto en el que las prácticas culturales o religiosas de las personas implicadas difieren, o cuando los usos y costumbres de un país están en contradicción con las leyes del país al que uno de los progenitores se fue a vivir. En todos estos casos, la mediación puede ayudar a las personas en conflicto a superar y entender estas diferencias para llegar a una solución.

Los mediadores pueden ser mujeres u hombres, que ejercen esta actividad por cuenta propia o como empleados asalariados de una organización de mediadores. Los mediadores tienen un código deontológico que deben respetar en cualquier circunstancia. Disponen de una formación que cubre los ámbitos relacionados con la mediación: el derecho, las técnicas de comunicación y de negociación, así como los aspectos psico-sociales de una ruptura familiar. En numerosos países, los mediadores profesionales deben estar autorizados por las autoridades competentes para poder ejercer.

En los países donde las formaciones no existen, los mediadores deben estar localmente reconocidos por sus aptitudes, es decir, por su experiencia en la resolución de conflictos y por sus habilidades humanas. Deben actuar de forma neutral. En los conflictos familiares internacionales, estos mediadores deben colaborar con otros mediadores especializados, así como con las autoridades administrativas y jurídicas.

El coste de una mediación es variable y puede incluso ser gratuita, por ejemplo: cuando una autoridad o una institución la ordenan, cuando viene derivada por un servicio subvencionado por el Estado, o cuando es ofertada por asociaciones o comunidades. En algunos países los costes para un proceso de mediación pueden estar cubiertos para las personas que tengan reconocido el derecho a la justicia gratuita.

Los mediadores independientes emiten facturas de sus honorarios. En general, estos son pagados por los progenitores a partes iguales o en proporción de los ingresos de cada uno. Las modalidades de pago se discuten al inicio de la mediación.

La mediación se basa en la participación voluntaria, la buena fe y el compromiso de cada uno. Si una de las personas implicadas en el conflicto se niega a participar, la mediación resulta imposible.

La mediación no es apropiada cuando uno de los participantes intenta ejercer presión sobre el otro, o si una de las partes se siente intimidada por la otra y limitada en su capacidad de expresión, a pesar de la presencia de una persona neutral. Una relación forzada o un desequilibrio marcado en el seno de la pareja o de la familia también pueden obstaculizar una mediación en curso.